Podemos ver claramente
una escena del cielo en la cual seres de una categoría especial se postran ante
el señor y le glorifican, alaban y adoran de múltiples maneras.
Muchas veces nosotros
que de viva voz afirmamos ser cristianos nos jactamos de nuestra limitada
humanidad y no reconocemos la majestad de nuestro Señor.
A continuación voy a
enunciar algunas formas prácticas de glorificar a nuestro Creador y Salvador
mientras llega el momento de ir a nuestra morada celestial:
Alabándole
Salmo 22:23: “Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros,
descendencia toda de Israel.” En mi sentir la forma más hermosa de respeto y
comunicación con nuestro Padre Celestial.
Realizando buenas obras
Mateo 5:16: “5:16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Las obras son la forma de mostrar nuestra condición y poner
en alto el santo nombre de Dios.
Llevándole fruto
Juan 15:8: “En esto es glorificado mi
Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.” Principalmente nuestra familia y amigos más cercanos, no
perdamos la oportunidad de evangelizarlos.
Unidad en su Espíritu
Romanos 15:5-6: “15:5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os
dé entre vosotros un mismo sentir según
Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo.” Como grupo de jóvenes y aún como iglesia debemos
permanecer unidos sin que haya espacio para la división y la separación entre
nosotros fortaleciendo día a día nuestros lazos.
Consagrándonos a Él
I de Corintios 6:20: “Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu,
los cuales son de Dios.” Somos propiedad del Señor y el único uso que
debemos dar a nuestros cuerpos mientras llega la transformación eterna es lo
referente al bien acorde con su santa voluntad.
Jóvenes, seres superiores a nosotros demuestran su
humildad glorificando a nuestro Señor, hagamos nosotros lo mismo con nuestras
vidas día a día, en el tiempo que nos resta en nuestro paso temporal por el
planeta, alabándole, realizando buenas obras, llevándole fruto, permaneciendo en
la unidad de su Espíritu y consagrando nuestra carne, alma y espíritu a Él.
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