sábado, 8 de junio de 2013

CUERPOS RENOVADOS


Hace mucho tiempo cuando aún era un niño sufrí un accidente tremendo que me dejó secuelas permanentes para toda la vida; en ese momento de mi existencia no podía comprender porque algo tan terrible podía haber pasado e ignoraba que existía una verdadera vida que iba más allá de nuestro paso por la tierra.

Prácticamente durante un periodo de 20 años que abarcó desde el colegio hasta mediados de la universidad, crecí cuestionando y renegando día a día sobre mis circunstancias y mis problemas y realmente poco me importaban los problemas de los demás, avanzando en el estudio de mi carrera Dios permitió que varias personas me mostraran el evangelio y me negaba a aceptarlo, de hecho antes de ser creyente le pedía a Dios que hiciera un milagro en mi vida reparando mi cuerpo y aliviando mi dolor para que así creyera en Él.

Sin embargo y como la lógica divina es sustancialmente diferente a la humana, todo ocurrió de manera inversa, primero creí en el Señor y acepté el evangelio, comencé a confiar en Él, a congregarme, a discipularme, a orar y poner en sus manos mi sufrimiento, lo hacía de manera individual y reunido con la congregación, pedía sin cesar alivio a mi dolor y cuando menos lo podía pensar y de la manera más maravillosa Dios me contestó y me demostró su inmenso poder y quitó de manera considerable gran parte del sufrimiento que durante 26 años había sido mi compañero de camino.

Jóvenes, como pasan cosas malas también ocurren otras buenas que son prueba de la misericordia divina y fuente de testimonio de cristianos que han sufrido graves accidentes y como yo y muchos otros fuimos mutilados. Dios tiene un propósito para cada cosa que pasa y en casos como éste de seguro es que personas que hayan padecido circunstancias similares, cuando escuchen el evangelio no se excusen en esos hechos dolorosos para negarse aceptar a Jesucristo y al ver nuestra forma de vivir en el mundo acepten al Salvador y dejen su padecimiento en manos del Señor.

Dios nos fortalece cada día recordándonos que todas las situaciones adversas son momentáneas y que pronto partiremos a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, a nuestra verdadera casa y con nuevos cuerpos.

Quiero concluir esta entrada señalando algunos pasajes que nos recuerdan esta última verdad:

Romanos 8:11: Nuestros cuerpos mortales serán vivificados.

Romanos 8:23: Nuestros cuerpos serán redimidos.

II de Corintios 5:1-3: Nuestros cuerpos tendrán características incomparables a las que tenemos ahora.

Filipenses 3:21: Nuestros cuerpos serán transformados a la semejanza de su cuerpo.

II de Pedro 1:4: Seremos participantes de la naturaleza divina.

I de Juan 3:2: Seremos semejantes a Dios.
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que TESTIMONIO tan IMPACTANTE... Toda la goria sea para Dios...

Salmo 135:5 Porque yo sé que Jehová es grande,
Y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses.
Todo lo que Jehová quiere, lo hace

Ministerio de Jovenes LBDBUC dijo...

gracias por el testimonio, Dios es grande...