miércoles, 1 de julio de 2009

UN AMOR QUE HUELE RICO

Anoche, luego de la jornada de trabajo, salí para la casa de la familia Vásquez: Los esposos Duván y Janeth, sus hijos Pablo y Tatis y Elsita, la abuela. No sé si te pasa, pero tenemos hermanos muy queridos en Cristo a los que sólo vemos el domingo. Jamás hemos ido a su hogar ni ellos al nuestro, sólo nos encontramos dentro de la casa donde nos congregamos. Nos estamos perdiendo de mucho.

Mientras recorríamos su apartamento, en esa vuelta tradicional que comienza con una frase así como “ven y te mostramos la casa”, pensaba en lo agradable de entrar en el territorio familiar de alguien con quien compartimos la fe. Cada mueble me decía algo, los juguetes de los niños, la habitación de los esposos, las plantas de las jardineras, el olor de la cocina…

En cada estancia del recorrido la mamá iba narrando cómo habían conseguido ese buen lugar mientras los niños añadían detalles de cómo Dios les ayudaba en la adecuación de su casa.

Luego el papá presidió el mejor informe misionero que he recibido desde siempre y lo digo porque, más allá de estar dando un rutinario balance de la obra durante el fin de semana, me estaban contando “el mejor viaje de su vida”. Los niños me sorprendieron por la forma tan inteligente de referirse a creyentes, adultos y pequeños, de la obra de Cúcuta con este primer contacto que tuvieron con ellos. Realmente los papás hicieron un buen trabajo alistando el corazón de sus hijos antes de salir al campo, hablándoles durante la semana de lo que harían y orando juntos por cada corazón cucuteño.

Comimos rico, unos exquisitos crepes bendecidos por el hijo mayor con la frescura y corazón que te hacen sentir protegido, convencido de que Dios recibió la oración y vino a presidir nuestra mesa.

Anoche sentí que el corazón de las personas se puede oler y que el corazón de esta familia huele sabroso, como a pan caliente con algodón dulce, a lomito tierno o yerbabuena…

Pero ese olor no era nuevo, ya lo había percibido antes en otros momentos, en otros lugares, con otras personas, cuando hemos tenido la dicha de compartir la vida y la comunión que tenemos en Cristo en nuestras casas, comiendo en la esquina, saliendo a caminar o a comer helados. Hoy quiero animarte a cultivar nuestra comunión entre semana. Afuera ahondamos en nuestras relaciones y seguro ese olor delicioso que emana del corazón tuyo le llegará a algún incrédulo… Y se va a provocar!

¿Salimos?

3 comentarios:

Ministerio de Jovenes LBDBUC dijo...

umm.... me antojé solo leyendo, que buena-provechosa es la comunion con los hnos.

gracias a Dios por darnos una nueva y preciosa flia.

listo salgamos...

Anónimo dijo...

Asi es. Cuan bueno y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía. No me acuerdo del salmo exacto pero me fascina este pasaje.

En cuanto a la salida podemos ir a disfrutar una deliciosa llanta de R19. O que tal el exhosto? jeje...

Un abrazo,

Javier.

MAC dijo...

Creo que a veces caemos en los mismos errores del mundo y no nos preocupamos por conocer a nuestros hermanos en la fe, muchos nos relacionamos solamente con algunos miembros de la iglesia y de los demás no sabemos más que el nombre, este fue un bonito mensaje que me exhortó a cambiar ese tipo actitudes, voy a conocer más a mis hermanos espirituales.
MAC