sábado, 19 de abril de 2014

LA GLORIA DE CRISTO


En este recorrido por el libro de Apocalipsis llegué al siguiente pasaje.

Apocalipsis 1:14-16
“Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.”

Una porción de la Palabra de Dios que nos describe la imagen de Jesús no encarnado, en su gloria original.

Su gloria precede la creación, así como su encarnación temporal en la tierra

Juan 17:5
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.”

Juan 17:24
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.”

Una gloria que será compartida con los creyentes

Romanos 8:11
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.”

II de Corintios 5:1-3
“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos.”

Filipenses 3:20-21
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”

II de Pedro 1:3-4
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;”

I de Juan 3:2
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”

Jóvenes, hoy no podemos sino con un acto de simple imaginación, con una mente humana y terrenal, tratar de imaginar la belleza de nuestro Señor Jesús, tengamos siempre presente que parte de esa belleza operará en nosotros, nuestros cuerpos mortales serán vivificados, tendrán características incomparables a las que tenemos ahora, seremos transformados a la semejanza de su cuerpo, participando de la naturaleza divina, con semejanza a Dios. ¿Qué realidad más esperanzadora que esa? Llevemos esa esperanza a quienes no conocen el Evangelio de la Salvación.

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