jueves, 30 de abril de 2015

EL CORAZÓN, LOS OJOS Y EL ALMA

Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma;” - Deuteronomio 28:65.

Este pasaje se da en el contexto de las advertencias hechas por Dios, a su amada Israel; una vez entran a poseer la tierra prometida. Dentro de este extenso listado de consecuencias llegamos al vs. 65, donde el Señor llamaba mi atención al mencionar estas tres cosas:

El Corazón / Los Ojos / Y El Alma.

Una vez tomamos la decisión de revelarnos contra el Señor, de tener en poco Su Palabra y de hacer con nuestra vida lo que “bien” nos parece; entonces Dios mismo (que tremendo); El Mismo; nos da un corazón temeroso, unos ojos que desfallecen y una profunda tristeza en nuestra alma.

Me atrevo a afirmar que la mayoría de creyentes (me incluyo), hemos pasado en ocasiones por momentos como los que describe el pasaje de hoy. Nos olvidamos de la voz de Dios y le prestamos más atención a las voces del mundo y su sistema, llegando a este punto en el que empezamos a sufrir las consecuencias de nuestra rebeldía.

Un corazón temeroso nos inunda. No hay paz. Nos llenamos de ansiedad. No tenemos claridad de pensamientos y llegamos a un momento de crisis y confusión profunda. El miedo literal nos inunda y persigue, y la paz de Dios está lejos de estar presente en nuestro corazón.

Además nuestros ojos empiezan a desfallecer. No vemos como veíamos cuando andábamos con el Señor. Nos volvemos carnales. Empezamos a ver lo malo como no tan malo y nuestra mirada se empieza a opacar. Aun la mirada física. Nuestros ojos reflejan el estado de nuestra alma y es inocultable lo que está sucediendo en nuestra vida. Nos cuesta sostener una mirada a los ojos y la gente nota fácilmente lo fríos y alejados de Dios que hemos llegado a estar.

Finalmente llega la tristeza de alma. Nada nos llena. Nada nos satisface. Vivimos inconformes, de mal genio, atacando por un lado y por el otro tratando de buscar culpables, cuando nosotros y solo nosotros hemos sido los causantes de ese estado en el que hemos llegado a caer.

Esta mañana tan solo animarnos a no hacer concesiones. A no apartarnos un solo instante del Señor. Nunca esta será una buena decisión. Recuerda que las consecuencias no se hacen esperar.
                          
Un abrazo y nos vemos mañana,

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Que GRAN VERDAD!, gracias, muchas gracias