Nos
encontramos recorriendo el libro de Ezequiel, vamos a revisar un pasaje del
capítulo tercero, porción de la Biblia que estudiamos el 22 de julio de 2013 y
en la cual hoy vamos a ahondar.
Ezequiel 3:16-21
“Y
aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya
a la casa de Israel; oirás, pues, tú
la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo
dijere al impío: De cierto morirás; y tú
no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal
camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre
demandaré de tu mano. Pero si tú
amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino,
él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se
apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él,
él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias
que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano.
Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá,
porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.”
Oír
la palabra de Dios
Esta acción se deriva de la relación constante
con Dios y es fiel reflejo de la fluida comunicación con Él. Ezequiel se nos
muestra como ejemplo de ello, hoy para la Iglesia y el creyente es la
consecuencia directa de la cita diaria (oración y devocional), el discipulado y
las prédicas dominicales.
Nuestra
posición de privilegio
El atalaya es un cargo militar en el que un hombre
se encuentra destinado a registrar desde la torre que lleva su nombre, hecha
comúnmente en lugar alto, el campo o el mar y dar aviso de lo que se descubre.
En términos espirituales se concreta en el estado o posición desde la que se
aprecia bien la verdad contenida en la Palabra de Dios.
La
responsabilidad como atalayas
Quien cumpla la función de atalaya debe estar vigilante
y alerta para dar aviso sobre cualquier situación irregular y poder ejecutar
las debidas acciones de guerra. Dios encargó a Ezequiel esta tarea de tener la
visión de la verdad y transmitir su mensaje al pueblo de Israel. Hoy nosotros
tenemos el Ministerio de la Reconciliación y la verdad que debemos dar a
conocer es el Evangelio del Señor Jesucristo.
Las
consecuencias de callar
Al evangelizar advertimos a los inconversos
sobre el pecado y sus secuelas, así como la única posibilidad real que existe
para ser librados de ellas para siempre, independientemente de la decisión personal
del evangelizado de aceptar o rechazar a Jesús después de oír el mensaje de
Dios de nuestros labios.
Sin embargo, al retener el mensaje no cumplimos
la Gran Comisión y como en el caso de Ezequiel tendremos una culpa compartida en
la condenación eterna de familiares y amigos.
Jóvenes, recordemos II de Corintios 5:10:
"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el
cuerpo, sea bueno o sea malo." En ese proceso judicial daremos cuentas de
todas y cada una de las acciones y omisiones derivadas de nuestra calidad de
creyentes y soldados de Jesús.
Hoy que no hay reunión del ministerio aprovechemos el tiempo y
reflexionemos en estas palabras.
Saludos.
. M .
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