Durante
casi cuatro meses hemos estado inmersos en el libro de Isaías. Nos estamos
acercando al final de esta parte de la Biblia. Para esta entrada el Señor nos
recordó el poder de su Palabra.
Isaías 55:10-11
“Porque
como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que
riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y
pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino
que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la
envié.”
El
nacimiento de una planta, su desarrollo y crecimiento, así como su fruto
postrero comienza con una semilla.
Nuestra
condición de cristianos se estructuró de la misma manera. Alguna persona en un
momento determinado de nuestra existencia física sembró en nosotros la semilla
del Evangelio de Cristo. Conocimos la verdad, reconocimos nuestros pecados y pedimos
perdón por ellos, entendimos lo que hizo Jesús en la cruz, entregando su sangre
al Padre para liberarnos de la condena eterna del infierno.
Cuando
compartimos el Evangelio estamos mostrando la Palabra misma de Dios, es ella la
que actúa, no nosotros, es una certeza que regresará al Padre ejecutando su
voluntad.
Gálatas
6:8
“Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna.”
Jóvenes,
crezcamos y reproduzcámonos espiritualmente, sembremos la semilla de vida para
que recojamos vida.
MAC
2 comentarios:
=) Gracias
=) Gracias
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