sábado, 12 de marzo de 2016

CONVICCIÓN Y CONFESIÓN DE PECADO

Esta semana en el libro de los Salmos veremos una porción de la instrucción que invita a la meditación llamada “Masquil” en la que David habla de la felicidad que produce el perdón en nuestras vidas.

SALMOS 32:1-5
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.”

Vamos a centrarnos en dos aspectos de estos versículos y tienen que ver con la convicción y la confesión del pecado, David describió de una manera hermosa como aplicar estas dos acciones de una manera práctica.

Cuando conocemos verdaderamente a Cristo y hay salvación en nuestra vida, se hacen manifiestas dos naturalezas en todos y cada uno de nosotros, una, la del viejo hombre conformado a la imagen del primer pecador: Adán, y otra, la del nuevo hombre conformado a la imagen de quien nunca pecó, ni peca, ni pecará: Jesús nuestro redentor.

Si bien nuestro pecado ya fue juzgado en la cruz del calvario y no puede afectar nuestra salvación como se establece en II de Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”, vamos a seguir quebrantando las leyes de Dios, actuaremos injustamente y nuestra fe muchas veces no acompañará nuestras obras. El pecado que sigamos cometiendo traerá efectos devastadores en nuestra vida como la posibilidad de ser acusados por Satanás de no ser salvos, la ruptura de la relación con Dios, la ausencia de fruto espiritual y el debilitamiento de nuestro testimonio cristiano ante el mundo.

LA CONVICCIÓN DEL PECADO
No es otra cosa que la aceptación de la plena responsabilidad de nuestro pecado de una manera honesta e individual.

Cada uno de los pecados que cometemos, sin excepción alguna, es única y exclusivamente nuestra propia culpa y no de otras personas. La primera etapa para erradicar una conducta pecaminosa es tener la plena capacidad de reconocer y aceptar existencia de la trasgresión y las consecuencias que de ella se derivan.

Salmos 51:3
“Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.”

Juan 16:7-8
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.”

LA CONFESIÓN DEL PECADO
No es otra que la expresión voluntaria ante Dios declarándole el pecado reconocido, solicitando la restauración correspondiente, confiando en su promesa de perdón y limpieza.

Salmos 51:1-2
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.”

Proverbios 28:13
“El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”

Hebreos 12:1
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,”

I de Juan 1:9
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”

Jóvenes, no confiemos en la carne, el viejo hombre está destinado al pecado y desagradaremos a Dios de una u otra forma, es por esto que les invito a que nos tomemos un buen momento para hacer una autoevaluación y como resultado de ella de seguro habrá convencimiento de pecado y por ende la confesión correspondiente para estar limpios frente a él.

Un saludo de hermanos en la fe.

MAC

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias. =)