Pasando anoche
por los últimos capítulos del libro de Isaías, El Señor me inquietaba y llevaba
a meditar en mis caminos, en como es mi
vida secular y a aplicar devocionalmente lo que les comparto a continuación.
“He
aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su
oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y
vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para
no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de
iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua.”
- Isaías 59:1-3
Pensaba en aquellas cosas que hago con
mis manos. Analizaba si las mismas están contaminadas de sangre y si mis dedos
de iniquidad, pensaba en lo que pronuncian mis labios y habla mi lengua.
Pasando por este pasaje varias cosas por meditar y aun decisiones por tomar en
lo personal.
“Porque
nuestras rebeliones se han multiplicado delante de ti, y nuestros pecados han
atestiguado contra nosotros; porque con nosotros están nuestras iniquidades, y
conocemos nuestros pecados: 13. el
prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el
hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira.” - Isaías 59:12-13
Me fascina la forma de obrar por parte de Dios en nosotros; entre ellas
el hecho de sentir como su Espíritu Santo se contrista cada vez que pecamos. Mis
rebeliones atestiguan contra mí, conmigo están todas mis iniquidades y conozco
cada uno de mis pecados. Eso me lleva a un arrepentimiento sincero al no querer
seguir sintiendo el peso del pecado que se agrava cada vez más sobre mi.
“pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en
huertos, y quemando incienso sobre ladrillos;” Isaías 65:3
Qué triste afirmación por parte de Dios. ¡En mi rostro me provoca!
Cuanto dolor el de Dios cada que como hijos suyos literalmente le provocamos.
Sé que algo está mal, pero aun así lo hago olvidando que los ojos de Jehová están
sobre toda la tierra. Leía esta mañana en el blog de Rudy como Dios anhela que
tengamos gozo. Él no es caprichoso en el sentido de hacer que sus hijos
suframos porque sí. El pecado en nuestra vida trae consecuencias y no podemos
menospreciar esta verdad que brota de Su Palabra.
“también
yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque
llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante
de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada.” - Isaías 66:4.
Llamé y nadie respondió. Hablé y no oyeron. Escogieron lo que me
desagrada. Gracias al Señor por tiempos como estos, en los que en la intimidad más
profunda de nuestra relación con Él, nos lleva a examinar nuestros caminos y a
presentarnos delante de Su presencia buscando ser transformados.
Un abrazo y nos leemos mañana,
Javier.
1 comentario:
¡¡¡ Que buena reflexión !!!... Gracias Javi
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