martes, 20 de mayo de 2014

LA VERDADERA CONSAGRACIÓN

Es un tema al que Dios le da mucha importancia y si lo es para él también debería serlo para nosotros, LA CONSAGRACIÓN, y esto porque somos sus exclusiva posesión.

El capitulo 8 de Números nos muestra en detalle como Dios quiere nuestra consagración a él, va mucho más allá de las palabras, es algo practico , vivo y sincero y no lo enseña por medio de los levitas que era la tribu que Dios escogió para que le sirviera en el ministerio del tabernáculo de reunión.

Primeramente el sacerdote Aarón haría expiación por los levitas rociando sobre ellos el agua de la expiación, así lavarían sus vestidos y serían purificados. Dios hizo expiación por nosotros al derramar el agua de vida sobre nosotros (su Hijo Jesucristo),  de esta forma fuimos purificados, santificados. (Números 8: 6).

Lo segundo es que los levitas se acercarían al tabernáculo y con ellos todo el pueblo para imponerle las manos y el sacerdote Aarón los ofrecería como ofrenda de los Israelitas a Dios para servir en el ministerio.
Ofrenda para Dios. Primeramente lo que Dios quiere es nuestra vida, totalmente para él como ofrenda, para servirle a él para dedicarnos al ministerio. (Números 8: 9-13).

La razón más grande: "Porque enteramente me son dedicados a mi los levitas de entre los hijos de Israel, en lugar de todo primer nacido; los he tomado para mí en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel."
"Y yo he dado en don los levitas a Aarón y a sus hijos de entre los hijos de Israel, para que ejerzan el  ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo de reunión, y reconcilien a los hijos de Israel; para que no haya plaga en los hijos de Israel, al acercarse los hijos de Israel al santuario." (8: 16, 19).

Somos de Dios, enteramente para él y cada día de nuestra vida nos debemos dedicar a él, consagrarnos para él, vivir para él.

Dios ya nos purificó, hizo expiación por nosotros, nos apartó como a los levitas para servirle, nos dio dones para reconciliar a los hombres con Dios, con el salvador. 

Es tiempo de que vivamos la verdadera consagración.

Un abrazo.

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