Anunciar la buenas nuevas
Recordemos lo
referente al evangelio y su anunciación, el evangelio está definido en la
biblia en I de Corintios 15:3-4 así: “Porque primeramente os he
enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras;”, la palabra proviene del latín evangelĭum y este a su vez del griego εὐαγγέλιον que significa una buena nueva o
buena noticia y su anunciación consiste en la tarea de darla a conocer,
publicarla, proclamarla y hacerla saber a quienes la ignoran.
El mismo
Jesucristo nos dio un ejemplo de esta tarea como se describe en los siguientes
pasajes:
Mateo 4:23: “Y recorrió Jesús toda Galilea,
enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino,
y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.”
Marcos
1:14-15: “1:14 Después
que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del
reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y
creed en el evangelio.”
Lucas 8:1: “Aconteció después, que Jesús iba
por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del
reino de Dios, y los doce con él,…”
Así mismo los
apóstoles dieron a conocer las buenas noticias como se narra en estas porciones
de la Palabra:
Hechos 8:1: Y ellos, habiendo testificado y
hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones
de los samaritanos anunciaron el evangelio.
No al auto enaltecimiento
Anunciar el
evangelio jamás puede convertirse en un motivo de jactancia o complacencia
propia llegando a la alabaza excesiva y presuntuosa, recordemos lo que Dios nos
dice en Efesios 3:8: “A mí, que soy menos que el más pequeño de todos
los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el
evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,…”, somos insignificantes y
el don y favor de transmitir el evangelio nos fue concedido por el Señor sin
merecimiento particular de nuestra parte y fue una concesión gratuita
inmerecida.
El deber de contar la verdad
Claramente
Dios nos exige nuestra disposición y trabajo para el avance de su reino, en Marcos
16:15 encontramos confirmada esta obligación así: “Y les
dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”
Es nuestra
responsabilidad comunicar la verdad divina del evangelio haciendo saber la
muerte, sepultura y resurreción de Cristo conforme a su Palabra profetizada
comprobando ser Dios en persona comunicando que solamente en él la humanidad
puede ser salvarse de la condena del infierno.
Las consecuencias de callar
En esta etapa del versículo estudiado el día de hoy
quiero enfatizar en la siguiente frase: ¡ay de mí si no anunciare el
evangelio!, la palabra “ay” denota aflicción,
pena y dolor siendo utilizados los signos de admiración para enfatizar las
consecuencias de callar. Recordemos nuevamente que nuestro
servicio será juzgado en el juicio de los justos presidido por Jesús como
describe II de Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos
ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya
hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”, pudiendo ser avergonzados por el incumplimiento del
deber de comunicar la verdad y perdiendo la corona de los ganadores de almas.
Jóvenes finalmente quiero aprovechar para
recordar la visión de nuestra iglesia a nivel nacional y es la de: “Establecer
iglesias modelo en las 32 capitales con el fin de formar una base misionera
capaz de evangelizar a Colombia y
las naciones del mundo.”, siendo este un buen momento de reflexión respecto de
la contribución y responsabilidad en el cumplimiento de ésta meta que cada segundo
que pasa se acerca más y cuando visitamos nuestro lugar de congregación salta a
la vista y reza: COLOMBIA PARA CRISTO EN
2 AÑOS.
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