Mañana será un gran día para mí, por primera vez voy a tener la oportunidad de enseñar a un grupo de jovencitos sobre la autoridad de Dios, preparando la lección recordaba como pensaba hace veinte años y lo que predicaba en esa época eran ideas sobre el anarquismo y la negación de toda autoridad.
Tenía la cabeza llena de ideas sobre acabar de un tajo con toda institución y que cada uno se comportara de acuerdo a su propia voluntad. Hoy reconozco abiertamente mi equivocación.
En Romanos 13:1-10 Dios nos enseña que todas y cada una las autoridades humanas son en realidad una extensión del poder de Dios para mantener el orden en la sociedad y que cuando no sea posible resolver los problemas personalmente o a través de la iglesia (en nuestro caso) debemos acudir al Estado, el cual Dios ha establecido para protegernos. Y si ocupamos alguna posición de autoridad que sea la oportunidad de dar testimonio de Cristo y permitir que otros vengan al conocimiento de la verdad.
Dios también nos muestra en Efesios 6:5 que es nuestro deber obedecer a los que tengan autoridad sobre nosotros cumpliendo con las labores que nos encomienden y haciéndolo con sinceridad y respeto como si estuviéramos sirviendo a nuestro Señor y nos muestra en 1 Timoteo 2:1-4 que es nuestro deber orar por las personas que ocupan posiciones de autoridad.
Hoy en día esa cuestión está resuelta y todas esas ideas anarquistas ya no están y en la palabra de Dios encuentro las respuestas para contrarrestar las viejas creencias.
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