Hoy quiero compartirles el
testimonio que preparé en el marco del Retiro Regional de Jóvenes de nuestras
iglesias de Bucaramanga y Cúcuta que se está desarrollando actualmente en la
Hacienda San Miguel de la Mesa de Los Santos.
El domingo 26 de agosto de 2007,
asistiendo a nuestra iglesia madre en Bogotá, aporreado de un noche de juerga,
sin fuerza física ni espiritual, en medio de un servicio dominical en el que
predicó Rodolfo Garrido, luego de muchos años de una intermitente y dudosa fe,
decidí creer y confíe en Jesucristo como mi Salvador personal, esa mañana fría
reconocí que era pecador y que me encontraba separado del Señor, me arrepentí
de mis pecados y entendí que Cristo murió crucificado por mí, que fue sepultado
por mí y resucitó por mí, y finalmente me sentí como hijo de Dios con mis
pecados redimidos y heredero de la vida eterna.
Sin embargo, para llegar a
humillarme ante los pies del Señor pasaron varias cosas que de cierta manera me
impidieron tener una relación temprana con Él, nací y crecí en el seno de una
familia católica en Pamplona, Norte de Santander, con una fe basada en ritos y
sacramentalismo aferrado a la tradición en la que la Biblia permanecía completamente
cerrada, quedé huérfano a una edad muy temprana, con un vacío tremendo, la
ausencia de Ricardo, mi padre, hizo mella en mí, siendo un niño sufrí un
accidente tremendo que me dejó secuelas permanentes para toda la vida; sin
conocer claramente la voluntad de Dios, no podía comprender por qué cosas tan
terribles como la muerte y le enfermedad podían haber pasado, y utilizando como
regla de vida únicamente mi propia experiencia, opté por dudar todo lo relacionado
con lo divino, ignorando que existía una verdadera vida que iba más allá de
nuestro paso por la tierra.
Prácticamente durante un periodo
de 20 años que abarcó desde el colegio hasta mediados de la universidad, crecí
cuestionando y renegando día a día sobre mis circunstancias y mis problemas, realmente
poco me importaban los problemas de los demás, hice un largo recorrido de
muchas idas y vueltas por una buena parte de los pecados descritos en la Biblia
y cometí muchas conductas que estaban en contravía de preceptos morales, éticos
y legales.
Confié ciegamente en falsas
doctrinas y el conocimiento humano, asistí a una fraternidad de nueva era,
estudié el hermetismo, budismo, cienciología, ufología, deconstrucción de
conceptos, existencialismo, fenomenología, posestructuralismo, posmodernismo y
los tres maestros de la sospecha (Marx, Freud y Nietzsche), capitalismo
neoliberal y derecho, avanzando en el estudio de mi carrera Dios permitió que
varias personas me mostraran el evangelio y me negaba a aceptarlo, de hecho una
mujer que está acá, Ana María Rey, la esposa de nuestro pastor Diego Rojas, cuando
fuimos compañeros de aulas estudiando derecho en la Universidad Autónoma de
Bucaramanga abrió la Palabra de Dios y me expuso claramente el camino a la
salvación.
Antes de ser creyente renegaba
contra Dios por la muerte de mi padre y mi enfermedad, y le pedía a Dios que
hiciera un milagro en mi vida reparando mi cuerpo. Pero todo ocurrió de manera
diferente, cuando creí en el Señor y acepté el Evangelio, entendí que, aunque
había perdido a mi padre físico había ganado a un Padre eterno y celestial, la
biblia se abrió y con ella la sabiduría divina, al comenzar a confiar plenamente
en Dios y congregarme, discipularme, orar y poner en sus manos asuntos como mi
enfermedad, comenzó una transformación individual, y gocé de una respuesta
milagrosa que me demostró su inmenso poder y quitó de manera considerable gran
parte del sufrimiento de 26 años.
Jóvenes:
Hoy tengo una relación personal
con Dios, en dependencia y sumisión. Mi misión es el cumplimiento de la Gran
Comisión. La iglesia, es familia espiritual. Mi vida cambió, las pasiones y
pecados que lideraban mi existencia, han dado paso a virtudes que nunca creí
desarrollar. Miembros de mi familia física, amigos y enemigos han conocido de
Cristo. El Señor me ha usado como un instrumento de luz. En la iglesia he
conocido la Sana Doctrina y me he comprometido a velar por ella. He tenido el
privilegio de servir en el Ministerio, aprovechando el tiempo encaminando el
ejercicio de dones y talentos concedidos por el Espíritu
Santo.
Aprovecho pedir públicamente
perdón a Ana María por haber sido tan cruel con ella y sus amigas en la
universidad, y decirle que la semilla del Evangelio que fue sembrada más tarde
germinó y que en mis oraciones están otros compañeros que junto a mí oyeron de
ella las buenas nuevas, Jesualdo Arzuaga, Juan Manuel Duarte y Andrés Quiroga.
Quiero finalizar con el siguiente
versículo que hoy más que nunca siento mío.
Salmos 139:16
“Mi embrión
vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.”
Dios desde su altura nos mira y quiere nuestra
salvación y transformación.
Con cariño.