“14. ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un
perro muerto? ¿A una pulga? 15. Jehová, pues, será juez, y él juzgará
entre tú y yo. El vea y sustente mi
causa, y me defienda de tu mano. 16. Y
aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No
es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró 17. y dijo a David: Más justo
eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. 18. Tú has mostrado hoy que has
hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová en
tu mano. 19. Porque ¿quién
hallará a su enemigo, y lo dejará ir sano y salvo? Jehová te pague con bien por
lo que en este día has hecho conmigo.” – 1 Samuel 24:14-19
En
el contexto del pasaje, David está siendo perseguido por Saúl y sus hombres con
el propósito de darle muerte. Saúl está profundamente herido de alma, al
escuchar el cantico que decía: Saul hirió a sus miles y David a sus diez
miles.
Saúl
ha fallado a Dios no obedeciendo literalmente al mandamiento de EL, y David está
en la línea del trono para gobernar sobre Israel. Saúl no tiene una sola cosa
mala que decir de David, pues David se ha conducido prudentemente en todos los asuntos.
No obstante Saúl está empecinado en acabar a como dé lugar con la vida de David.
¿Injusto?
Claro que sí. David es víctima de una persecución a muerte y sin causa. Pero el
confía en la justicia de Dios. Leámoslo de nuevo:
Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. El
vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano.
Que buena lección para nosotros hoy en día. Ante las injusticias de la
vida en el trabajo, con la familia y en la misma iglesia; debemos aprender a
encomendar la causa al que juzga justamente. Esto es confiar en que EL hará.
Saúl terminó muerto y no por mano de David, y David fue prosperado en
todo muriendo años después en su vejez,
y no solo esto sino en una buena vejez.
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