Finalizando el libro de
Esdras, este santo hombre hace una oración de confesión a Dios y en el Capítulo
9:6, en medio de él encontramos lo siguiente: “… y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han
multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el
cielo.”
Hace ocho días vimos que
Esdras era un varón de Dios, modelo en la ley del Antiguo Testamento y ejemplo
para nuestros días actuales, fue devoto, vivía la fe, tenía abnegación, y
aplicó diferentes reformas conforme con la ley de Dios.
Durante la preparación
para cumplir la importante tarea de reconstrucción del templo de Salomón en
Jerusalén, Esdras en medio de un proceso de toma de conciencia e introspección
reconoce el estado general de perturbación, desorden y consternación del ánimo
del pueblo de Israel ocasionada por las faltas cometidas contra Dios.
Miremos algunos de esos
pasos relacionados con el proceso de preparación espiritual para ejecutar la
voluntad divina.
La conciencia de pecado
Es esa
capacidad del humano de reconocer y diferenciar entre lo bueno y lo malo, operó
en Esdras y el pueblo de Israel. Facultad humana que debe aflorar entre notros
en nuestros días para diferenciar entre lo que agrada a Dios y el pecado a la
luz de la única norma absoluta y universal, la Biblia.
Veamos algunos
ejemplos.
El de los
hermanos de José en Génesis 42:21: “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la
angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido
sobre nosotros esta angustia.”
El de Ramsés en Éxodo
9:27: “Entonces Faraón envió a
llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:
He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos.”
El de los escribas y
fariseos en Juan 8:9: “Pero ellos,
al oír esto, acusados por su conciencia,
salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó
solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.”
La confesión del pecado
Es el hecho de
hablar con Dios en oración y contarle sobre los pecados que hemos cometido,
buscando el perdón y la reconciliación, acción ordenada y realizada por y para
el pueblo de Israel y la iglesia de Cristo.
Miremos algunos
pasajes que nos hablan de ella.
Expresado como
mandamiento en Levítico 5:5: “Cuando
pecare en alguna de estas cosas, confesará aquello en que pecó,” y en Números
5:6-7: “Di a los hijos de Israel: El
hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados con que los hombres
prevarican contra Jehová y delinquen, aquella persona confesará el pecado que
cometió, y compensará enteramente el daño, y añadirá sobre ello la quinta
parte, y lo dará a aquel contra quien pecó.”
Como un
obstáculo para la prosperidad en Proverbios 28:13: “El que encubre sus
pecados no prosperará; Más el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia.”
Como una
oportunidad de perdón y limpieza en I de Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
La confusión derivada del pecado
Esta palabra que
denota perplejidad, desasosiego, turbación de ánimo, y desorden, siempre ha
estado relacionada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento con aspectos
negativos y pecado.
Relacionamos
algunos ejemplos de ello en las Escrituras.
Como resultado
del pecado cometido en Babel en el proceso de construcción de la torre cuya
cúspide buscaba llegar al cielo en Génesis 11:7: “Ahora, pues,
descendamos, y confundamos allí su
lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.”
Como consecuencia
de la desobediencia del rey Saúl en I de Samuel 14:20: “Y juntando Saúl
a todo el pueblo que con él estaba, llegaron hasta el lugar de la batalla; y he
aquí que la espada de cada uno estaba
vuelta contra su compañero, y había gran confusión.”
Como
característica de los que aborrecen a Dios en Job 8:22: “Los que te aborrecen serán vestidos de
confusión; Y la habitación de los impíos perecerá.”
La vergüenza
Para cualquier
ser humano la vergüenza debe ser la reacción natural y esperada frente a la
falta cometida, conllevando un arrepentimiento genuino, sirviendo como freno
para la comisión de pecados en el futuro.
El pecado nos
debe doler cada vez que lo cometamos.
Observemos la
Palabra de Dios para encontrar algunas referencias al respecto.
La que sintió
Adán al creer a Eva siguiendo las instrucciones de Satanás y comer del fruto
prohibido y conocer su desnudez, descrita en Génesis 3:9-10: “Más Jehová
Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en
el huerto, y tuve miedo, porque estaba
desnudo; y me escondí.”
La que describe
el salmista dadas las faltas cometidas en Salmos 44:15: “Cada día mi vergüenza está delante de mí,
Y la confusión de mi rostro me cubre,”
La profetizada
aún de los pecados futuros en contra de la soberanía de Dios en Ezequiel
32:30-32: “Allí los príncipes del norte, todos ellos, y todos los sidonios,
que con su terror descendieron con los muertos, avergonzados de su poderío,
yacen también incircuncisos con los muertos a espada, y comparten su confusión
con los que descienden al sepulcro. A éstos verá Faraón, y se consolará sobre
toda su multitud; Faraón muerto a espada, y todo su ejército, dice Jehová el
Señor. Porque puse mi terror en la tierra de los vivientes, también Faraón y
toda su multitud yacerán entre los incircuncisos con los muertos a espada, dice
Jehová el Señor.”
Tengamos claro
que esta característica no se relaciona con Dios como se establece en Romanos
5:5: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
Jóvenes, reafirmamos que en
Esdras tenemos un varón de Dios modelo para todos nosotros, un hombre que en el
proceso de preparación su corazón para luego reedificar el templo de Dios, tuvo
conciencia de pecado, lo confesó, buscó alejar la confusión y vergüenza y
restablecer su relación con el Señor para cumplir sus santos propósitos. Un
buen ejemplo a seguir cuando el pecado se manifieste en nuestras vidas.
Finalicemos entra entrada
con estos dos versículos.
I de Corintios 14:33: “pues Dios no es
Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos,”
Hebreos 2:11: “Porque el que santifica y los
que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de
llamarlos hermanos,”
1 comentario:
Buena exhortación, gracias. =) =) =)
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