Simón el Mago
Felipe había viajado a la ciudad de Samaria y allí
predicaba a Cristo, muchos oyeron la
palabra y veían las señales que éste hacía incluyendo la liberación de espíritus
inmundos y sanación de enfermos y había gran gozo en aquella ciudad donde
habitaba Simón el Mago; la Biblia describe a este personaje y su obra maligna
en los versículos 9 al 11: “Pero había un hombre llamado Simón, que antes
ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria,
haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más
pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le
estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.”
Este hombre que se hacia llamar mago no era más
que un farsante que practicaba la hechicería para sacar provecho económico de
los incautos habitantes de Samaria.
La obra de Felipe
En los versículos 12 y 13 podemos encontrar
descrita la obra de Felipe y su efecto en Simón: “Pero cuando creyeron a
Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo,
se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose
bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros
que se hacían, estaba atónito.”
Simón aparentemente había creído en las palabras
de Felipe y había sido bautizado sin embargo el Espíritu Santo aún no había sido
trasmitido a éste.
El encuentro de Pedro y Juan con Simón
La Biblia narra que los apóstoles estaban en
Jerusalén y una vez oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios y enviaron
allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegaron, oraron por los samaritanos
para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre
ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de
Jesús.
En los versículos 17 y 18 se describe que: “Entonces
les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
8:18 Cuando vio Simón que por la imposición de las
manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo:
Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las
manos reciba el Espíritu Santo.”
Simón aparentemente había creído las palabras de
Felipe, sin embargo, su petición de obtener el poder de Dios para transmitir el
Espíritu Santo a cambio de dinero demostraba cuan desenfocado estaba.
La respuesta de Pedro
En los versículos 20 al 23 se narra que: “Entonces
Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios
se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu
corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y
ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque
en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.”
Pedro es claro y enfático en establecer que los
asuntos divinos no tienen que ver con el dinero y no se puede negociar con
ellos como si se tratase de una vulgar mercancía.
En términos históricos, etimológicos y lingüísticos
es tan repugnante la proposición de este hechicero hecha a Juan y Pedro que de
este hecho hasta nuestros días derivó en la palabra "simonía", que describe
el pecado consistente en pagar para obtener prebendas, beneficios y cargos eclesiásticos.
Jóvenes esta práctica ha
sido desarrollada a lo largo y ancho de la historia de la humanidad y refleja
el deseo de utilizar los asuntos de Dios para buscar ganancias deshonestas
alejadas por completo de los preceptos y reglas que deben regir el andar
cristiano. Debemos dar gracias al Señor por formar parte de una iglesia donde
está proscrito cualquier asomo de esta forma de mercantilismo espiritual.
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