sábado, 9 de noviembre de 2013

TODO NO SE COMPRA, TODO NO SE VENDE


Siguiendo con el estudio del libro de los Hechos de los Apóstoles ésta semana quiero escribir sobre el encuentro de Juan y Pedro con Simón el Mago y su pretensión de comercializar con las cosas divinas narrado en el capítulo 8 versículos 9 al 23.

Simón el Mago

Felipe había viajado a la ciudad de Samaria y allí  predicaba a Cristo, muchos oyeron la palabra y veían las señales que éste hacía incluyendo la liberación de espíritus inmundos y sanación de enfermos y había gran gozo en aquella ciudad donde habitaba Simón el Mago; la Biblia describe a este personaje y su obra maligna en los versículos 9 al 11: “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.”

Este hombre que se hacia llamar mago no era más que un farsante que practicaba la hechicería para sacar provecho económico de los incautos habitantes de Samaria.

La obra de Felipe

En los versículos 12 y 13 podemos encontrar descrita la obra de Felipe y su efecto en Simón: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.”

Simón aparentemente había creído en las palabras de Felipe y había sido bautizado sin embargo el Espíritu Santo aún no había sido trasmitido a éste.

El encuentro de Pedro y Juan con Simón

La Biblia narra que los apóstoles estaban en Jerusalén y una vez oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios y enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, una vez llegaron, oraron por los samaritanos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

En los versículos 17 y 18 se describe que: “Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
8:18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.”

Simón aparentemente había creído las palabras de Felipe, sin embargo, su petición de obtener el poder de Dios para transmitir el Espíritu Santo a cambio de dinero demostraba cuan desenfocado estaba.

La respuesta de Pedro

En los versículos 20 al 23 se narra que: “Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.”

Pedro es claro y enfático en establecer que los asuntos divinos no tienen que ver con el dinero y no se puede negociar con ellos como si se tratase de una vulgar mercancía.

En términos históricos, etimológicos y lingüísticos es tan repugnante la proposición de este hechicero hecha a Juan y Pedro que de este hecho hasta nuestros días derivó en la palabra "simonía", que describe el pecado consistente en pagar para obtener prebendas, beneficios y cargos eclesiásticos.

Jóvenes esta práctica ha sido desarrollada a lo largo y ancho de la historia de la humanidad y refleja el deseo de utilizar los asuntos de Dios para buscar ganancias deshonestas alejadas por completo de los preceptos y reglas que deben regir el andar cristiano. Debemos dar gracias al Señor por formar parte de una iglesia donde está proscrito cualquier asomo de esta forma de mercantilismo espiritual.

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