El aspecto bueno
En la primera parte del capítulo se describe
como los humanos condenados a un destino trágico, gracias a la misericordia de
Dios pueden transformar su vida y gozar del amor del Señor.
1. Jerusalén al igual que
cada uno de los seres humanos tuvo un nacimiento terrenal (vs 1-4).
2. Jerusalén así como
los habitantes de la tierra quedó a la merced del mundo y sus circunstancias (vs
5-7).
3. Jerusalén al igual
que nosotros nació de nuevo y tuvo una nueva vida gracias a Dios (vs 6).
4. Dios puso sus ojos
en Jerusalén como también los puso en nosotros, nos dio su amor y somos de él (vs
8).
5. Nuestro Padre eterno demostró su amor
con Jerusalén así como lo demuestra con nosotros diariamente (vs 9-14).
El aspecto malo
En la segunda parte del capítulo se
describe como aun teniendo el amor perfecto de Dios podemos fallarle y vivir
como si no hubiésemos sido rescatados del mundo.
1. Jerusalén confió
en sí misma y falló, nosotros podemos cometer el mismo error (vs 15-19).
2. Jerusalén cometió
pecados inimaginables después de estar unida a Dios, nosotros podemos caer si
nos soltamos de la mano del Señor (vs 20-21).
3. Jerusalén olvidó
las condiciones de su vida pasada y de la transformación que había ocurrido en
ella, nosotros podemos desconocer la obra del Señor y tenerla por poca cosa (vs
22-29).
4. Jerusalén tuvo un corazón
inconstante frente al amor de Dios y fue infiel a ese amor, nosotros podemos
tener esa misma forma de actuar (vs 30-34).
El celo de Dios
En tercer lugar Dios nos muestra el
dolor que siente por la traición.
1. Jerusalén es
comparada por Dios con una prostituta, nuestras acciones pueden ser semejantes
a las del peor de los delincuentes (vs 35-37/43-58).
2. Jerusalén sufrió
la disciplina de Dios, nosotros deberemos responder por nuestras actuaciones
después de nuestra salvación (vs 38-42).
Finalmente Jerusalén es restaurada y
Dios glorificado, como de seguro pasará en nuestras vidas (vs 59-63).
Jóvenes, el ideal de la vida cristiana
es que en nuestra existencia en la tierra solamente se cumplan los 5 primeros
aspectos descritos en el capítulo que analizamos hoy, sin embargo, sí somos
infieles a Dios, al igual que una ramera vendemos nuestro cuerpo, que ya no es
nuestro sino de nuestro Padre Celestial y templo del Espíritu Santo,
traicionaremos el amor más puro y sagrado que pueda existir, sufriremos las
consecuencias y seremos un obstáculo para el avance de la obra divina, la qué
con o sin nuestra participación se cumplirá, pero en su debido tiempo
rendiremos cuenta del tropiezo que ello significó para la salvación de las
personas de nuestro entorno más cercano y el fruto que como pámpanos de la vid
verdadera deberíamos producir, recordando siempre que:
"… es necesario que
todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea
malo" (II de Corintios 5:10).
Nada puede compararse con
el amor de Dios y nada puede justificar nuestra infidelidad, cuando el mundo
nos ofrezca un precio para prostituirnos recordemos el precio más alto jamás
pagado por el alma de un ser humano: la muerte de nuestro SEÑOR y SALVADOR JESUCRISTO en la cruz.
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