1 Samuel 3:13-14 - 13Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.”
En este pasaje de la Biblia, Dios esta hablando con el joven Samuel acerca de lo que sucederá con la casa de Elí, quién vio a sus hijos haciendo lo malo y quien a la misma vez no hizo nada para impedírselo. Fue tan grave la falta de Elí delante del Señor, que Dios mismo registró que la misma no sería expiada ni con sacrificios ni con ofrendas. La disciplina sobre su casa llegaría.
Leyendo este pasaje pensaba en el daño tan tenaz que pueden causar los padres a los hijos, al darse cuenta que los mismos andan en la carne; totalmente desenfocados, haciendo todo lo contrario a lo ordenado por El Señor; y no hacen nada al respecto.
A los papás les cuesta ver los errores en la vida de sus hijos. Les cuesta admitir que probablemente se equivocaron en alguna etapa de su crianza. Prefieren evitarse el dolor de muchas verdades y disfrutar de las aparentes bondades de un mundo de mentiras. Esto no es juego. Dios demanda sensatez de parte de los padres hacia el trato con sus hijos, aun cuando el mismo deba darse de maneras severas.
Los papás deben aprender a llamar las cosas por su nombre, aún cuando ese nombre de las cosas; afecte de manera directa la vida de sus hijos. Elí no quiso hacerlo así, y por llamar bueno a lo que evidentemente era malo (no estorbándolos), el y su casa entera fueron traspasados de muchos dolores.
Este principio aplica igualmente para nuestros hijos espirituales. Es probable que aún no seas papá físicamente hablando, pero muy seguramente lo eres en el sentido espiritual. Te animo a aplicar este principio en ese plano de lo espiritual con la vida de tu discípulo. Se duro cuando debas serlo. Recuerda siempre que tienes una responsabilidad inmensa en ese proceso de formación.
Aprende a llamar las cosas por su nombre. Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno llaman malo.
Este principio, como todos los que encontramos en la Biblia no son un juego.
Nos vemos mañana,
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