Esta semana comencé el libro de Deuteronomio, Dios nos narra
que después de 40 años de vagar por el desierto finalmente les entregada a los
israelitas la tierra prometida que juró a Abraham, Isaac y Jacob.
Moisés hace un detallado recuento de todos y cada una de los
hechos y circunstancias más importantes desde la salida de Egipto hasta Canaán,
el primero de ellos el que se encuentra referenciado en Éxodo 18:13 y tiene que
ver con el nombramiento de jueces; miremos Deuteronomio 1:14-18: “Y me
respondisteis y dijisteis: Bueno es hacer lo que has dicho. Y tomé a los principales de vuestras tribus,
varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de
millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras
tribus. Y entonces mandé a vuestros
jueces, diciendo: Oíd entre
vuestros hermanos, y juzgad justamente
entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como
al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis
a mí, y yo la oiré. Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de
hacer.”
El desafío de la
multiplicación del pueblo
El nombramiento de los jueces para el pueblo de Israel se
basó en la realidad que vivió Moisés y era la reproducción que se estaba dando
en medio de ellos la cual era una bendición y promesa divina; siendo imposible
que él solo pudiera estar a cargo de tantas personas.
Miremos Deuteronomio 1:9-11: “En aquel tiempo yo os
hablé diciendo: Yo solo no puedo
llevaros. Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy
vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. ¡Jehová Dios de vuestros padres os
haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido!”
Los retos de los futuros
jueces
El apoyo que necesitaba Moisés no era una tarea sencilla,
los jueces deberían enfrentar un panorama bastante complejo como nos enseña Deuteronomio
1:12: “¿Cómo llevaré yo solo vuestras
molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos?”. Es tan amplio el
significado de estas tres palabras que trataré de simplificarlo al máximo para
darnos una idea del encargo de Moisés; la palabra molestia denota fatiga,
perturbación, enfado, fastidio, desazón originada de leve daño físico o falta
de salud, inquietud del ánimo, falta de comodidad o algún tipo de impedimento;
la palabra carga en este contexto se refiere a los cuidados y aflicciones del
ánimo; y finalmente la palabra pleito denota contienda, diferencia, disputa, y litigio
judicial entre partes.
Las calidades de los
jueces
Teniendo claros los objetivos del ejercicio para los jueces Moisés
requirió hombres con calidades especiales para juzgar con la sabiduría
entendimiento y experiencia necesaria que esa labor demandaría. Observemos Deuteronomio
1:13: “Dadme de entre vosotros,
de vuestras tribus, varones sabios y
entendidos y expertos, para que yo los
ponga por vuestros jefes.”
La respuesta del pueblo
Los habitantes de Israel fueron receptivos y en medio de
ellos se encontraron hombres con las calidades que Dios exigía, dignos de ser
declarados jueces por parte de Moisés como nos muestra Deuteronomio 1:14-15:
“Y me respondisteis y dijisteis: Bueno
es hacer lo que has dicho. Y tomé a
los principales de vuestras tribus, varones
sabios y expertos, y los puse por jefes
sobre vosotros, jefes de millares,
de centenas, de cincuenta y de diez,
y gobernadores de vuestras tribus.”
La manera justa de juzgar
Finalmente después del nombramiento de los jueces Moisés les
ordeó como ejercer la autoridad que emanaba de Dios respecto de su pueblo,
corroborémoslo con Deuteronomio 1:16-17: “Y entonces mandé a vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su
hermano, y el extranjero. No hagáis
distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis;
no tendréis temor de ninguno, porque el
juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo
la oiré. Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.”
Jóvenes, así como Israel se multiplicaba la Iglesia de
Cristo se está multiplicando y se necesitan hombres y mujeres sabios, entendidos
y expertos, que apoyen el ministerio y coadyuven a los pastores y líderes en el
desarrollo de sus funciones, teniendo claro que cualquier autoridad proviene de
Dios mismo, que implica desafíos importantes y es un deber divino ejercerla siendo
justos e imparciales.
4 comentarios:
Gracias, excelente enseñanza.
=) =) =)
Muy buena exhortaciín... Gracias
=)
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