“Y
vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y
oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus
bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he aquí que tú eres
a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus
palabras, pero no las pondrán por obra. Pero cuando ello viniere (y viene ya),
sabrán que hubo profeta entre ellos.” – Ezequiel 33:31-33
Esta misma actitud
la vemos hoy en día en la iglesia. Creyentes llegando a sus congregaciones a
oìr la Palabra de Dios pero no estando dispuestos a ponerla por obra. Hacen
halagos con sus bocas, dicen: Que mensaje tan bonito; usted sí que sabe enseñar
la Biblia, que predicación tan poderosa, que forma como Dios le usó; etc, etc,
etc…
Pero la realidad
es que el corazón de ellos va tras su avaricia. Tras sus propios intereses. Si
lo que escucharon en la iglesia va en contra de los mismos, por más bonito y
poderoso que haya sido no están dispuestos a ponerlo por obra.
El predicador o
mensajero es a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien;
sus palabras son agradables a sus oídos, pero la realidad dura y triste es que
no las pondrán por obra.
¿Seremos así? ¿Clasificaremos
dentro de este grupo de creyentes? Tengamos cuidado con hacer halagos con nuestra boca de las cosas que aprendemos en
la congregación, y de no llevar esto a la práctica en nuestra vida diaria. ¡Que Peligro¡
“Pero
sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros
mismos.” – Santiago 1:22
Nos Vemos Mañana,
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