Lo
primero que debemos preguntarnos es: ¿somos miembros de la iglesia?
Si
la respuesta es sí, de seguro y sin excepción suscribimos un documento denominado
pacto de membrecía y más aún, asistimos a un curso donde nos explicaron en
detalle todas y cada una de las implicaciones de la celebración de este pacto.
Este
acuerdo se caracteriza porque para poder firmarlo teníamos la plena certeza de
nuestra salvación y habíamos sido bautizados, por lo tanto, éramos
completamente consientes de la responsabilidades que adquiríamos frente a la
iglesia que es el mismo cuerpo de Cristo y ante nuestro Padre Celestial.
Las
obligaciones más importantes pueden clasificarse en cuatro aspectos de nuestra
vida cristiana.
1.
Nuestra
relación con el espíritu santo.
2.
El
cumplimiento de la gran comisión.
3.
El
cumplimiento de las reglas de la iglesia, la relación con la familia espiritual
y el amor fraternal.
4.
El
cumplimiento de nuestros deberes en la familia humana y la relación con el
mundo.
Entre
los muchos deberes resalto los siguientes:
a.
Fruto
espiritual.
b.
Velar
por la sana doctrina.
c.
Vivir
la misión y visión de la iglesia.
d.
Formar
parte de un ministerio.
e.
Ejercicio
de dones y talentos concedidos por el Espíritu Santo.
f.
Congregarnos
y asistir a las diferentes actividades programadas.
g.
Diezmar
y ofrendar.
h.
Estudio
bíblico y oración.
i.
Dirección
del hogar.
j.
Imitar
a Cristo
k.
Cuidar
de los hermanos en la fe.
Es
importante observar lo que el Señor nos muestra en su palabra respecto de este
tema:
Gálatas
3:15
3:15
Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez
ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
Para
concluir esta entrada recomiendo a cada uno de los lectores del blog:
·
Buscar
ese documento.
·
Leerlo
de nuevo y detenidamente.
·
Ratificarlo
en la mente y en el corazón.
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