"Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno." - Job 1:20-22.
"Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios." - Job 2:9-10.
Pasando esta semana por los primeros capítulos del libro de Job, pensaba en las palabras pronunciadas por este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. De hecho estas palabras en un momento como el que Job estaba viviendo,no pueden salir sino de unos labios, que reciben la orden directa de un corazón y una mente conectados con Dios.
Job acaba literalmente de perder todo (casi hasta su propia vida) y es en ese momento cuando el pronuncia frases como estas:
- Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
- ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?
Dice el texto que En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Esta noche te animo, a que estés pasando por el momento que estés pasando, guardes tu mente, tu corazón y tus labios de protestar contra Dios. Ó, ¿Recibirás de Dios el bien, y el "mal" no recibirás?
Creo firmemente que los momentos en los que más podemos sentir la presencia de Dios en nuestras vidas, son aquellos en los que las cosas no salen como lo esperábamos. Momentos en donde no vemos salida alguna y donde todas nuestras fuerzas, capacidades, aptitudes, recursos; no sirven absolutamente para nada.
Es en esos momentos donde Dios tiene "libertad" para actuar poderosamente en nosotros y mostrar ese mismo poder echando mano de nuestra humana debilidad.
Bien dijo el apóstol Pablo en 2 Corintios 12:9... "Y me ha dicho: Bástate MI gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el PODER de Cristo."
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