“3Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y SAÚL HABÍA ARROJADO DE LA TIERRA A LOS ENCANTADORES Y ADIVINOS… 5Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. 6Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. 7Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación. 8Y SE DISFRAZÓ SAÚL, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere. 9Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? 10Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: VIVE JEHOVÁ, QUE NINGÚN MAL TE VENDRÁ POR ESTO. 11La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.” ...1 Samuel 28:3, 5-11.
En la porción que acabamos de leer, vemos claramente como el rey Saúl se convierte en víctima de su propio invento.
Por razones de espacio no vamos a entrar a estudiar en detalle el punto de vista de Dios frente a los encantadores y adivinos (tema que trataremos en otra entrada), pero este pasaje refleja lo que claramente suele sucedernos a nosotros como creyentes cuando ponemos cargas a los demás que ni nosotros mismos podemos llevar. Cuando medimos a los demás con una vara diferente a la que usamos para medirnos a nosotros mismos.
Saúl es víctima de su propio invento, así como nosotros en ocasiones también lo somos.
Saúl había dado la orden apremiante de arrojar de la tierra y de manera inmediata a los encantadores y adivinos. Orden que en efecto fue literalmente acatada por sus siervos. Pero una vez el rey Saúl necesita de las predicciones de esta clase de gente, va a buscarla sin dudarlo un solo instante.
Los acababa de prohibir (encantadores y adivinos), pero el mismo ya estaba rompiendo su propia prohibición.
Que curioso que Saúl tuviese que usar un disfraz para que nadie supiese que estaba haciendo algo que iba en contra de lo que el mismo acaba de erradicar. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Piénsalo por un instante. ¿Seremos nosotros de aquellos que disfrutamos dictar ciertas normas (no bíblicas) que no se pueden romper, pero que ante la menor oportunidad y por conveniencia propia las estamos rompiendo? ¿Seremos de aquellos que disfrutamos el poner cargas pesadas (no bíblicas) sobre los demás, sabiendo que ni nosotros mismos las podemos llevar?
Esta mañana te animamos a no convertirte en víctima de tus propios inventos. Mira la Palabra de Dios y actúa conforme a lo que el Señor te pide en ella. No seamos de esta clase de creyentes que actúamos por conveniencia.
Que desechemos por completo esos disfraces que de alguna manera nos dan cierta seguridad, que por cierto es pasajera.
Nos vemos mañana,
En la porción que acabamos de leer, vemos claramente como el rey Saúl se convierte en víctima de su propio invento.
Por razones de espacio no vamos a entrar a estudiar en detalle el punto de vista de Dios frente a los encantadores y adivinos (tema que trataremos en otra entrada), pero este pasaje refleja lo que claramente suele sucedernos a nosotros como creyentes cuando ponemos cargas a los demás que ni nosotros mismos podemos llevar. Cuando medimos a los demás con una vara diferente a la que usamos para medirnos a nosotros mismos.
Saúl es víctima de su propio invento, así como nosotros en ocasiones también lo somos.
Saúl había dado la orden apremiante de arrojar de la tierra y de manera inmediata a los encantadores y adivinos. Orden que en efecto fue literalmente acatada por sus siervos. Pero una vez el rey Saúl necesita de las predicciones de esta clase de gente, va a buscarla sin dudarlo un solo instante.
Los acababa de prohibir (encantadores y adivinos), pero el mismo ya estaba rompiendo su propia prohibición.
Que curioso que Saúl tuviese que usar un disfraz para que nadie supiese que estaba haciendo algo que iba en contra de lo que el mismo acaba de erradicar. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Piénsalo por un instante. ¿Seremos nosotros de aquellos que disfrutamos dictar ciertas normas (no bíblicas) que no se pueden romper, pero que ante la menor oportunidad y por conveniencia propia las estamos rompiendo? ¿Seremos de aquellos que disfrutamos el poner cargas pesadas (no bíblicas) sobre los demás, sabiendo que ni nosotros mismos las podemos llevar?
Esta mañana te animamos a no convertirte en víctima de tus propios inventos. Mira la Palabra de Dios y actúa conforme a lo que el Señor te pide en ella. No seamos de esta clase de creyentes que actúamos por conveniencia.
Que desechemos por completo esos disfraces que de alguna manera nos dan cierta seguridad, que por cierto es pasajera.
Nos vemos mañana,
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