El encuentro con Jesús
En los versículos 11 y 12 se describe que: “Yendo
Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le
salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos…”
Estos 10 hombres presentan una de las patologías
de mayor rechazo en la biblia como se determina en los siguientes pasajes: Números
5:2-3, Levítico 13:45 y Levítico 13-14, y logran tener un encuentro con Dios.
La lepra es una buena analogía del
deterioro que el pecado nos causó y así como esos 10 hombres con un cuerpo
lleno de pecado tuvimos la oportunidad de sostener un encuentro personal de
naturaleza divina.
La misericordia de Dios
En los versículos 13 y 14 se narra que: “… y
alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando
él los vio, les dijo: Id, mostraos a
los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron
limpiados.”
Los leprosos conocían el nombre de Jesús y reconocían su autoridad
y poder para sanar; efectivamente el Señor tiene misericordia de ellos y
restaura sus cuerpos deteriorados por la enfermedad y les indica que muestren
lo que les ha pasado.
En nuestro corazón conocíamos de la necesidad de un Salvador en
nuestras vidas que reparare el daño causado por el pecado y fue así como Dios nos
vio cuando el mundo nos ignoraba y rechazaba y tuvo misericordia de nosotros,
nos restauró y espera que como esos 10 hombres mostremos al mundo lo que Él
hizo por nosotros.
La actitud de los
leprosos
La historia de ésta sanación tiene un
desenlace triste, miremos lo que muestra la Biblia en los versículos 15 al 19: “Entonces
uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran
voz, y se postró rostro en tierra a sus
pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados?
Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino
este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha
salvado.”
Únicamente el samaritano fue
quien regresó a Jesús y agradeció su restauración, los otros nueve continuaron cada uno por su
camino siguiendo sus vidas antiguas sin tener en cuenta a Dios.
De la misma forma en que actuó el samaritano Dios merece nuestro
agradecimiento por su obra maravillosa para nuestra restauración así como que
sigamos el camino de su hijo Jesucristo y los deberes y obligaciones que de
ello se desprenden.
Jóvenes, quiero concluir esta estrada con las mismas preguntas que
hizo Jesús adaptadas a nuestro caso.
¿Dónde estás ahora?
¿Te has vuelto y dado la
gloria a Dios por tu nueva vida?
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