El
martes comencé a leer el libro de Jeremías y Dios me mostraba en su palabra que
ninguna obra de los hombres puede quitar la mancha del pecado.
Jeremías
2:22
Aunque
te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado
permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.
Esto
me llevaba reflexionar que gran parte de nuestra sociedad tiene la creencia que
el pecado es únicamente una violación de las relaciones humanas y depende de
los procesos legislativos internos de cada país, donde dependiendo de las
normas vigentes prácticas como: el aborto, el consumo de drogas, la pena de
muerte, la eutanasia, la poligamia y el matrimonio entre personas del mismo
sexo y la adopción por parte de estas parejas, entre otras tantas, es permitida
y por lo tanto no merece ningún tipo de sanción y no tiene consecuencia alguna
en nuestro paso temporal en la tierra y menos aún en la eternidad.
Los
legisladores y los habitantes de cada Estado consideran que un hecho es pecado
sólo si la sociedad en general no lo acepta, es por esto que muchos viajan de
país en país para poder dar rienda suelta a sus deseos y sentirse justificados
por que la conducta que están cometiendo no es sancionada en determinado
territorio.
Imaginé
por un momento que una de estas personas enfrente la justicia divina y pretenda
lavar la mancha de su pecado amparándose en la legislación interna de un país y
fundamentando su defensa en que él no desagradó a Dios porque en su entorno esa
conducta era permitida y practicada sin ningún tipo de sanción.
Recordemos
lo que nos dice el Señor en I
de Juan 1:5-10
1:5
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay
ningunas tinieblas en él. 1:6
Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no
practicamos la verdad; 1:7
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y
la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 1:8
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad
no está en nosotros. 1:9
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1:10
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está
en nosotros.
Si
bien tenemos clara esta verdad es parte de nuestra comisión ayudar a salir al
mundo de la ignorancia y confusión en que está envuelto para que cada vez más
personas sean conscientes de las conductas que desagradan a Dios a la luz de su
palabra y que sepan que lo único que puede quitar la mancha del pecado es la
preciosa sangre de nuestro Salvador Jesucristo y solamente existe una
justificación valedera gracias al sacrificio que él hizo hace más de dos mil
años en la cruz para tener el derecho al perdón de sus faltas.
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