miércoles, 27 de abril de 2011
Y TU CORAZÓN ¿ARDE?
28Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. 29Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 32Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? – Lucas 24:28-32.
Cleofas y su compañero me recordaban hace un momento el ardor divino que causa La Palabra de Dios en el corazón del creyente. Ellos llevaban ya un tiempo con Jesús pero no le habían reconocido como tal. Jesús mismo había cegado sus ojos para que no le conociesen.
Una vez se encuentran en la mesa con El Señor, sus ojos les son abiertos y sale a escena la pregunta que me conmovió. Mira el Vs. 32.
32Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Medita en esta pregunta. La respuesta de estos dos creyentes era un rotundo: SIIIIIIIIII. Y vaya manera en la que ardieron sus corazones.
Esta mañana queremos animarte a que te hagas la misma pregunta. ¿Arde tu corazón cada vez que entras a La Palabra de Dios? ¿Sientes que algo extraño pero a la vez divino sucede dentro de ti? ¿Tus entrañas se conmueven cada vez que oyes la voz de tu Señor?
Si esto es así, te animamos a que sigas disfrutando de la comunión íntima que tu Señor quiere tener contigo. Oye su voz y siente tu corazón arder dentro de ti. Disfruta de Su Paz que sobrepasa todo entendimiento y gózate de la vida abundante que nuestro Dios nos prometió.
Si esto no esta sucediendo en tu vida, Acércate YA a Jesús; vuelve tu mirada hacia El; no permitas que el mundo y sus deseos echen a perder la vida abundante que nuestro Salvador nos prometió.
Nos vemos mañana,
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