Esta mañana pasando por los primeros capítulos del
libro de Ezequiel, Dios me recordaba de manera devocional cual es mi
responsabilidad y misión como su hijo, mientras el regresa por Su Iglesia.
“Como parece el arco iris que está en las
nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue
la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré
sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.” - Ezequiel 1:28.
Ezequiel es testigo ocular del juicio que vendría.
Dios le permite verlo claramente y esto lo lleva a postrarse sobre su rostro
para oír la voz de aquel que hablaba. Por entender las escrituras, sabemos que
el juicio viene pronto. Jesús volverá por segunda vez; ya no en pañales y para
mostrar su amor al perdido, sino sobre las nubes y con poder y gran gloria para
iniciar sus juicios contra un mundo que ha ido en contra de él desde tiempos
antiguos.
Tú y yo lo sabemos cómo Hijos de Dios. El juicio
viene y viene pronto. ¿Cómo reaccionamos día a día frente a esta realidad?
“Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré
contigo.” Ezequiel 2:1
Creo
que Dios nos lo pide cada día. Que pongamos nuestro corazón sobre la realidad
que vive este mundo y oigamos su voz de manera clara. Él quiere hablar con
nosotros, mostrándonos lo que espera de todos y cada uno de sus hijos.
“Acaso ellos escuchen; pero si no
escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos.” - Ezequiel 2:5
Nuestra
tarea es hablar y no callar. Testificar en el campo que Dios nos ha dado acerca
del amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo, y del arrepentimiento
verdadero delante de aquel que lo dio todo en la cruz del calvario.
Escuchen
o no escuchen, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Algo más para
terminar y de suma importancia:
“Me dijo: Hijo de hombre, come lo que
hallas; come este rollo, y ve y
habla a la casa de Israel.” - Ezequiel 3:1
“Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus
entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como
miel.” - Ezequiel 3:3
“Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra
a la casa de Israel, y habla a ellos
con mis palabras.” - Ezequiel 3:4
Cuan claro vemos lo que Dios espera que hablemos. El
rollo, sus palabras. Es imposible hablar de la Palabra de Dios, sino estamos
día tras día sumergidos en ella. Como dicen los pasajes anteriores debemos
comer Biblia. Permitir que la Palabra de Dios haga ese proceso de digestión
espiritual, alimentándonos diariamente y moviéndonos a cumplir con la misión
que nos ha sido encomendada.
Alimentemos nuestros vientres y llenemos nuestras
entrañas para entonces ir a ellos, a hablar Sus Palabras; no las nuestras.
Un abrazo y nos leemos mañana,
Javier.
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