Esta semana el Señor me
mostró esta hermosa porción de su Palabra contenida en Éxodo 27:20-21: “Y
mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas. En
el tabernáculo de reunión, afuera del velo que está delante del testimonio, las
pondrá en orden Aarón y sus hijos para
que ardan delante de Jehová desde la tarde hasta la mañana, como estatuto
perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones.”
Así como la función de una
lámpara es la de dar luz y destruir la oscuridad, nosotros debemos ser esos
instrumentos del Señor para alumbrar pero nuestros aceite puro debe llegar
diariamente para que nuestra función de lumbreras sea permanente.
Veamos algunas verdades
sobre la luz:
Mateo 5:14-16
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino
sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos.”
Efesios 5:8:
“Porque en otro tiempo
erais tinieblas, mas ahora sois luz en
el Señor; andad como hijos de luz”
I de
Tesalonicenses 5:5:
“Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no
somos de la noche ni de las tinieblas.”
Dios nos enseña que el
mundo esta en tinieblas somos la fuente de iluminación para los hombres que
desconocen de Él.
Respecto del aceite podemos
precisar lo siguiente a la luz de la Biblia:
Éxodo 25:6:
“aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y
para el incienso aromático,”
El aceite es el combustible
necesario para que esas lámparas cumplan su función.
Jóvenes, el Espíritu Santo
de Dios es comparado con ese aceite puro y la Palabra es el alimento para que
nuestro crecimiento sea constante y nunca nos apaguemos, el mundo es oscuridad
y para muchas de las personas que nos rodean la única luz que alguna vez perciban
en medio de la noche es la nuestra, nunca dejemos de alumbrar y llevemos el
evangelio constantemente y permitamos que nuestra llama arda continuamente.
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