Esta
entrada se relaciona directamente con la nueva vida que comenzamos a gozar desde
que profesamos nuestra fe en el Señor Jesucristo.
Isaías 57:15
“Porque
así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el
Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu
de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”
Dios
habita literalmente en la iglesia. Él no es lejano, Él vive y mora con
nosotros. El vivificó nuestro espíritu con el Espíritu Santo y dio vida a
nuestro corazón roto y dolorido. Dios siempre estará con nosotros y nada puede
quitarnos la oportunidad de disfrutar de su vida en la nuestra.
Miremos
algunos versículos sobre esa verdad incomprensible para la humanidad incrédula y
que por fe se materializó en nosotros al momento de profesar nuestra fe en
Cristo.
Juan
14:20
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en
mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros.”
Juan
17:23
“Yo en ellos,
y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú
me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”
Gálatas
2:20
“Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe
del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Colosenses
1:27
“… a
quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles; que es Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria,”
I de
Juan 3:24
“Y el
que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por
el Espíritu que nos ha dado.”
Jóvenes,
dejemos que la vida misma de Dios se manifieste en nuestro devenir diario, mostrémosle
al mundo nuestra nueva condición.
Con
afecto honesto.
MAC
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