Estamos
en el capítulo 9 del libro de Daniel y en el siguiente pasaje leemos sobre la
verdadera actitud en la oración cuando nos dirigimos a Dios.
Daniel 9:18-19
“Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus
ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu
nombre; porque no elevamos nuestros
ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor
de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu
pueblo.”
Daniel
nos da un ejemplo sobre la actitud de los oradores y determina con claridad que
al comunicarnos con el Señor no lo debemos hacer de una manera prepotente. El
profeta mayor señala que no es nuestra limitada capacidad la que hace posible
conversar con Dios sino su compadecimiento por nuestro sufrimientos y miserias y
que quiere saber de nosotros.
Reconozcamos los problemas
II
de Samuel 22:7
“En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios;
El
oyó mi voz desde su templo,
Y
mi clamor llegó a sus oídos.”
Dios está atento a nuestras
oraciones
Salmos 34:15
“Los ojos de Jehová están sobre
los justos,
Y atentos sus oídos al clamor de
ellos.”
Salmos 94:9
“El que hizo el oído, ¿no oirá?
El que formó el ojo, ¿no verá?”
Isaías 59:1
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha
agravado su oído para oír;”
Isaías 65:24
“Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún
hablan, yo habré oído.”
I de Pedro 3:12
“Porque los ojos del Señor
están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus
oraciones;”
Jóvenes, Daniel nos enseña
qué al hablar con Dios debemos dejar la excesiva confianza de un lado y reconocer
su majestad y gloria en el medio de estas conversaciones. Oremos con respeto y
humildad y entendamos que nuestro padre está pendiente de todos nuestros
asuntos.
Les enviamos muchos saludos.
. M .